¡Cumplimos seis meses de erupción!
Ciertamente no esperábamos que fuera a durar tanto. La erupción arrancó antes del invierno y hasta los más pesimistas creíamos que terminaría antes de la primavera. Los políticos, en el otro extremo, pronosticaban que no sería problema de más de dos o tres semanas. ¡Manga de ilusos! Lo malo es que mucha gente les creyó y lo peor es que muchos funcionarios se agarraron de eso para no aprobar ayudas prometidas. Desde un primer momento se minimizó el asunto y aun hoy, después de seis meses de erupción ininterrumpida, se siguen pateando las ayudas y escondiendo los problemas. No en Bariloche, donde con un poco de cambio de hábitos la vida continúa bastante normal, ni en Villa La Angostura, donde las topadoras siguen cargando arena en enormes camiones y de a poco regresa el verde al paisaje. El problema son los alrededores, los parajes aislados y olvidados donde los animales se mueren por la falta de agua y comida, la gente se encierra en sus casas durante las interminables tormentas de polvo, sin estadísticas de afecciones pulmonares, daños a la vista, cambios en la calidad de vida, escolaridad alterada y un largo etcétera.
Pero eso lo desarrollaré más adelante. Hoy tengo otras cosas para mostrar. Hace una semana, casi en concidencia con estos seis meses, cruzamos a Chile y pude ver y fotografiar un paisaje casi surrealista, con bosques a medio camino entre un otoño-invierno y un incendio.
En ese lugar, cerca de donde sale el sendero a la cascada de Santa Ana, me metí dentro del bosque para satisfacer la curiosidad. Empecé pisando con cuidado, temiendo enterrarme en la arena, pero la verdad es que el suelo es muy compacto. Tal vez sea porque está saturado de agua o la mezcla de distintos tamaños de ceniza logró una masa bastante dura sobre la que se puede caminar con seguridad.
Y adentro del bosque recordé la sensación de estar en medio de un bosque quemado, monocromático y silencioso.
En Chile pude ver lo que me habían contado mis compañeros de trabajo, aunque las nubes de lluvia no dejaban ver mucho. En cercanías del volcán, entre 15 y 20 kilómetros del cráter, los árboles han perdido las hojas o las tienen de color marron, como si estuviéramos en otoño. En Chile la mayoría de los árboles son perennes, el siempreverde valdiviano es muy característico y por eso ver un paisaje amarronado llama mucho la atención aun cuando en el suelo hay menos ceniza acumulada que en el paso.
Todavía se estudian las causas, pero las sospechas pasan por la lluvia ácida que podría estar cayendo de manera casi continua por estos meses, por cambios en la química del suelo, por asfixia de las raíces con la ceniza compactada o incluso por la caída de la ceniza caliente en el primer día. Seguramente no haya un único culpable sino que sea una combinación de factores, como suele suceder en eventos de esta complejidad.
Y para cerrar, las imágenes satelitales de hoy, con la pluma que estuvo dirigiéndose al norte y que a última hora se dejó ver en el horizonte, cuando las nubes de tormenta se fueron dispersando.