Entre fines del año pasado y principios de este me di cuenta, muy a mi pesar, que el sueño de la vivienda propia sería eso, un sueño. Al cortarse la posibilidad de ahorrar en dólares y con la inflación que tenemos, juntando los pocos pesos que me sobran por mes tardaría décadas en tener lo suficiente para pagar un anticipo. Eso si la economía se mantuviera estable, con inflación y todo. Apostar por un plan de vivienda es una pérdida de tiempo porque no soy lo suficientemente pobre y por una cooperativa ya lo hice un año antes y se disolvió todo después de las elecciones.
Con unos pocos pesos ahorrados y sin querer «quemarlos» en mero consumismo, decidimos con mi mujer apostar a algo más tangible y más seguro que solo meter la plata en un banco. En pleno invierno, y habiendo cobrado una antigua deuda, empecé a recorrer concesionarios de autos, buscando algo que pudiera comprar. Las alternativas eran un Volkswagen Gol o un Renault Clio. Decantamos por el primero porque nos tomaban un auto usado en parte de pago, algo que resultaba imprescindible para no tener que caer en un plan de ahorro previo.
Entre una cosa y otra, a fines de Septiembre caimos en Fiorasi y Corradi, el concesionario oficial Volkswagen en Bariloche. Ahí firmamos los primeros papeles e hicimos una seña de un par de miles de pesos. Unos días después firmé los papeles para solicitar el crédito en el banco y el vendedor nos aseguró que en dos o tres semanas tendríamos nuestro auto.
Dilaciones
Una semana después llamé a la concesionaria para preguntar qué había pasado y el vendedor me respondió que el banco había preaprobado el crédito así que cuando tuvieran los papeles me llamarían para firmar los formularios. Mientras tanto fuimos haciendo los papeles para entregar el usado, saldar una deuda de patente, etc. Pasó otra semana y no tuvimos noticias. Cuando pasé resultó que el vendedor se había tomado una licencia y nadie, absolutamente nadie, sabía sobre el estado de mi trámite. Insistimos y para fines de Octubre, exactamente a un mes de iniciado el trámite, deposité el anticipo y firmé el crédito del banco. Me aseguraron que en una semana me estaría yendo en mi auto nuevo que ya estaba en camino.
Ahí fue cuando empezó lo feo.
Desde ese preciso momento y por las siguientes tres semanas nos tuvieron dando vueltas con el trámite, postergando la entrega del auto con la excusa de que el banco no aprobaba el crédito. Primero pidieron un recibo pagado de un servicio a mi nombre. Lo llevé y lo fotocopiaron, solo para que varios días después me lo vuelvan a pedir porque el banco quería unos datos que habían ocultados en la fotocopia. Después de eso hubo otra semana de silencio hasta que llamé y me dijeron que el banco desconfiaba de la fotocopia del DNI y exigía una cédula, un pasaporte o acta de nacimiento. Cuando pregunté qué no le gustaba del DNI la respuesta fue que estaba borroso un sello. Sí, lo está desde que me hicieron el documento hace 19 años. Con ese documento salí del país varias veces, solicité créditos, me inscribí en la DGI, saqué cuentas de banco, viajé por todo el país, tramité muchos otros documentos. Pero al banco Santander Rio no le gustaba el sello.
Ante cada una de estas nuevas exigencias la respuesta de Fiorasi era «es solo un papel más y en una semana se llevan el auto». Con lo del DNI fuimos con el ultimátum de que si había algo más del banco, en una semana nos llevábamos el dinero. Para ese entonces trastabillaba mi salud física y la salud mental de mi esposa y la mia. Una semana después, oh, sorpresa, el banco había aprobado el trámite. Pero también que el trámite demoraría «una semana más y se llevan el auto». Esta vez fue en serio y para fines de Noviembre, nos fuimos con el auto.
Reflexiones
Varias veces llegué a lamentar profundamente haberme decidido por comprar un auto. Bien podría haber quemado la plata en equipo fotográfico, en una computadora nueva, en arreglar a fondo mi auto y/o en viajar. Fue gracias a mi esposa que agarraba el sable y salía a querer rebanar vendedores de autos que seguimos con toda la historia. Al final dos meses no fueron mucho tiempo, pero nos habrían ahorrado muchos disgustos si de entrada nos hubieran dicho «el trámite dura un mes, pero por ahí se puede estirar hasta dos meses».
Con las vueltas que dio el banco, las sospechas que me han hecho llegar entre familiares y amigos conducen a que el mismo «aguanta» todo lo que puede el dinero para hacerlo trabajar. Con las excusas que dieron ciertamente es una sospecha plausible y me da mucha bronca pensar que esto pueda ser así. Porque si en vez de depositar el dinero me lo hubiera quedado durante este mes habría pasado una de dos cosas: lo hubiera puesto en un plazo fijo, con lo que habría obtenido una ganancia de unos 200 pesos; o lo habría invertido en imprimir ejemplares de mi libro de flores con lo que habría obtenido una ganancia de unos 500 pesos solo con la lista de espera que tengo. En cambio, si el banco usó mi dinero para prestarlo, en este mes y considerando las tasas que aplican habrán hecho unos 400 pesos. No es mucho, pero consideremos la cantidad de personas que estarán en una situación similar y veremos que es un afano.
Pero indagando por ahí las cosas se ven más confusas aún. Hace unos meses la concesionaria entregaba los autos en tiempo y forma. Los últimos meses han sido cada vez peor. Culpo a Murphy y sus leyes. La pregunta es ¿culpa de Fiorasi, de Volkswagen o de ambos? Por cada cinco personas con las que hablamos, en su mayoría clientes recientes, recibimos unas siete interpretaciones distintas. ¿Desorden? ¿En este país? ¿En este momento?
Como sea, ya tenemos el auto nuevo. Por los próximos años que pagaré el crédito no sentiré que estoy tirando el dinero ni perdiendo ante la inflación porque al menos lo estaré usando y llegado el caso podré recuperar la inversión con una pérdida menor que guardar el dinero en un banco. Sigo con el sueño de la casa propia. Tal vez en dos o tres décadas.