Rehacer la Fiesta de la Nieve
El otro día salió la noticia de que trataron en comisión el proyecto de ordenanza presentado por el concejal Hugo Cejas para reformular la comisión encargada de llevar a buen término nuestra ya devaluada Fiesta Nacional de la Nieve. ¿Por qué devaluada? Porque seamos sinceros, ya le importa a pocos, van menos a la fiesta y nuestros vecinos nos están sobrepasando con fiestas populares que dan envidia. ¿Y qué nos pasó? Yo creo que se combinaron varios factores entre los que incluyo la inmigración de los últimos años. Pero ojo, no estoy haciendo la estúpida polarización NYC-noNYC, sino un simple juego estadístico.
Cuando arrancó la Fiesta éste era un pueblo de unos 24 mil habitantes. La Fiesta surgió como una celebración popular de un segmento importante de la población que vivía de la nieve. No olvidemos que aún hoy Bariloche se lo tiene más como un lugar invernal que de turismo total, por más que vengan más visitantes en verano que en invierno. Esta fiesta popular tuvo un importante protagonista en las décadas del 70 y 80, decayendo en los 90s. No voy a caer en el facilismo de decir que la Argentina menemista nos arruinó, porque no creo que haya sido tan así. Claro que nos afectó la recesión, pero nos culpo primero a nosotros que no supimos adaptarnos a los cambios. El pueblo pasó a ser una ciudad en unas décadas y los nuevos habitantes diluyeron la proporción de gente que vivía del invierno. Para que algo sea considerado «popular» tiene que incluir un buen porcentaje de la población. Un evento que sume 2 mil personas en un pueblo de 20 mil se puede considerar estadísticamente más popular que otro que sume 5 mil en una ciudad de 100 mil habitantes. Bariloche es una ciudad donde la Fiesta de la Nieve dejó de ser popular, entre otras cosas. En los últimos años (y por ‘últimos’ hablo de 10 a 15) los eventos pasaron a molestar a más gente de la que interesa, o resultar indiferentes a más gente de la que interesa. De nada sirve un show para 8000 personas (lo único que aún funciona) si el concurso de barman o de tortas no van más de 200 personas. Así no es una fiesta popular, son mas bien eventos aislados.
Cuando era chico recordaba que la fiesta implicaban muchas cosas. Claro, nunca asistí al concurso de tortas, de barman o desfile del pullover porque siempre se hicieron en hoteles donde la capacidad es más que limitada. Pero sí recuerdo la calle Mitre peatonal con stands de las colectividades sirviendo comida. O los fuegos artificiales que cerraban un día de carrera de mozos (ya extinto), concurso de hacheros (que se hace cualquier día), desfile, retreta del desierto (¿alguien recuerda eso?), eventual desfile náutico y, por fin, los fuegos artificiales con su siempre impactante batería de cierre. ¿Qué pasó con todo esto? Hoy los stands son imposibles porque cerrar la Mitre lo impiden por todos lados, los shows en el Centro Cívico ocasionan un desequilibrio en el ya saturado tránsito del centro y los eventos parecen islas dispersas en un océano tempestuoso.
Hay que empezar por cambiar el paradigma. Por eso creo tenemos que replantearnos la Fiesta desde un principio. Para hacerla popular tiene que ser accesible para el público, nada de boliches bailables ni hoteles. Tiene que ser en un espacio amplio que permita un movimiento de 10 mil personas y que no implique parar la ciudad. ¿Cómo se hace eso? Haciendo la Fiesta en un predio fuera del centro. Y no, no hablo de hacerlo en Catedral porque ya sabemos lo que pasa cuando las cosas se hacen en Catedral. El tráfico lo hace imposible y además necesitamos que el centro de esquí esté funcionando. No, es mejor hacerlo en un descampado, en lo posible cerca de Virgen de las Nieves por estar relativamente cerca del centro, tener líneas de transporte urbano, lugar plano, sin árboles y con el paisaje de fondo que, a fin de cuentas, es lo que vende. Para tener una idea de escalas, el descampado que hizo una vez el Club Pehuenes tiene unas 4 hectáreas, contra las 0,3 hectáreas de la plaza del Centro Cívico (calles incluidas), 2 hectáreas del velódromo (en toda su extensión, incluyendo las pendientes imposibles, 0,1 del Gimnasio Municipal 1 y 0.16 del gimnasio Pedro Estremador.
En un predio como el de Pehuenes se puede montar un gran escenario para que no solo se haga el show central sino que se convierta en un verdadero festival de música. Y no hablo de solo bandas consagradas. No, que vayan todos: folkloristas, rockeros, reggae, colectividades, todos. A fin de cuentas queremos que sea popular (y voy a lamentar decir esto, pero incluso cumbia y cuarteto). En un predio así que se monten stands donde las colectividades puedan vender comidas y bebidas como lo hacen en la Fiesta de las Colectividades (que, admitámoslo, viene siendo la última fiesta popular que nos queda), y donde además se puedan armar carpas para los concursos de barman, de tortas y de pulloveres, y así sacar estos eventos al ruedo popular. Que también se haga el concurso de hacheros ahí y bien se pueden inventar algunos más para sumar. Algo así tendría que funcionar todo el día, de manera de que uno siempre tenga la posibilidad de pasar y disfrutar de un buen rato, como toda fiesta debe ser. Sino vamos a terminar como los Oscar: una elección de reina correcta en su realización, pero aburrida y condenada a la indiferencia.